En 1948 Ernst adoptó la nacionalidad estadounidense, y en 1953 regresó finalmente a Europa, junto con su esposa Dorothea Tanning. Los majestuosos paisajes naturales de Estados Unidos, que conoció durante su estancia de una década al otro lado del Atlántico, le proporcionaron un nuevo sentido del asombro ante los materiales, los saltos de escala y las formas de la naturaleza, que le acompañaría hasta el final de sus días, cuando el cosmos y el universo se convirtieron en el centro de sus investigaciones. El artista produjo imágenes de alucinaciones sobre la naturaleza creadas con la técnica de la decalcomanía, una de sus formas de expresión más fructíferas cuando descubrió las culturas no europeas y los paisajes naturales de Estados Unidos. Definió sus Microbios como «bacterias para alimentar el cerebro». De hecho, creó paisajes en miniatura, del tamaño de una uña del pie, que realzarían la relación entre el micro y el macrocosmos, las correspondencias entre el paisaje exterior y el mundo interior. También se recogen en el libro Sept microbes vus à travers un tempérament (Siete microbios vistos a través de un temperamento), de 1953, donde se encuentra la misma disposición propia de un museo que en Naturalia et Mirabilia. Max Ernst se mostró, con gran generosidad, mientras trabajaba en sus Microbios, cual miniaturista medieval, ante la cámara de Bob Towers, en 1951, y en la película de referencia de Peter Schamoni Max Ernst – Mein Vagabundieren, meine Unruhe (1991).