Como en el cuadro de Grünewald de 1512-16, San Antonio yace de espaldas con un brazo estirado sobre la cabeza. El santo, paralizado sin remedio, está atrapado en la tenaza de unos monstruos de brutales garras y picos. La figura domina el primer plano del cuadro y, en la pintura de Max Ernst, su brillante túnica roja -el color simbólico de la lujuria y el deseo- destaca sobre el fondo de tonos verdes. El cuerpo retorcido se extiende ante un lago verde, y su rostro también está coloreado de verde, como el de un hombre que se asfixia. La presencia inquietante de los monstruos se ve reforzada por sus bocas abiertas y sus grandes ojos. A través de un cuerpo femenino desnudo sobre la roca central del fondo y de una mujer crucificada desnuda bajo la cabaña derruida del borde derecho, los deseos y fantasías eróticos entran en juego como una segunda manifestación esencial de la tentación, junto al tormento de los demonios.